viernes, 30 de octubre de 2015

El hombre filósofo

EL HOMBRE FILÓSOFO

El ser humano desde que nace es un ser filósofo, un ser pensante del destino. Se sabe que al asomarse por primera vez a esta realidad concreta llora asombrada; pide a su madre que le consuele –expresa una pregunta que la sea consolada, la cual tiene necesariamente una filosofía de su propia existencia. Son unos instintos naturales que lo hace filosofar al mundo desconocido; luego después en las edades futuras posibilitará con las preguntas enigmáticas a la propia existencia. Filosofar siempre es la naturaleza del hombre. Se filosofa lo que nos desborda:

Sobre la existencia real: ¿De dónde viene todo esto del Universo? ¿Cuál es el origen de las cosas? El propósito y hacia donde se dirigen todo eso que vemos con nuestros sentidos? Quién existió primero, Dios o el hombre? Quién creó a quién entre la naturaleza-hombre-Dios? Por qué existo, pienso, siento la belleza de la naturaleza? Por lo que se refiere a la corporeidad, la atracción que hay en dos parejas en sexos diferentes, ¡Hay algo misterio definible en la naturaleza sexual del hombre?..Qué hay detrás de toda esas inquietudes que motivan al hombre?  Son preguntas imprescindibles del hombre, que solo se conoce a si mismo en cuanto se haga más preguntas. No se conocerá el gen de la existencia si no se plantean preguntas trascendentales.

Filosofar sobre las preguntas son cuestiones de la existencia. La existencia misma nos desborda con tantas preguntas intangibles entre los dados de las cosas reales. Por ello, al plantear la pregunta del origen de todo cuanto existe nos interpela a plantear preguntas si el hombre es el autor de la vida, o simplemente nos es dado el existir, o en todo caso, el mundo comenzó a existir con su propia necesidad. 

Dado que las cosas son en cuanto son si existen. La mortalidad de las cosas son contingentes, ahora existen, y en las generaciones futuras ya habrán muerto, dejarán de existir e incluso la existencia humana desvanecerá a la posibilidad de seguir existiendo. Ningún hombre es eterno inmortal del universo. Así como hemos nacido, existente pensante, la existencia nos dice que somos de la muerte. 

Sobre la existencia del más allá: hay vida después de la muerte? Existe Dios que lo llaman Todopoderoso, creador del mundo? Y la vida eterna, los ángeles existen? Las ideas necesarias y universales que se percibe sin ninguna condición tangible son asequibles? La ontología de esas ideas cuál sería lo verdadero? Todas las cosas han existido siempre o simplemente son creaciones humanas, o inherentes a Dios, y por tanto, son revelaciones divinas? El bien, la bondad, la religión, la ética,  son especulaciones humanas? A la felicidad, el fin último o la filosofía necesaria, en tanto que son sostén, calmante, medicamento, entrega, elevación, alejamiento de sí mismo son propios de lo humano?

Sería un hermoso lujo, en el mejor de los casos, la voluntad de reconocerse triunfador de las ideas. En el otro caso, es la miseria quien hace el filósofo pensador enfermo, como lo llama Nietzsche, “son los pensadores enfermos los que más abundan en la historia de la filosofía”.  Pensadores quedados en la ignorancia en pensar  solo en las voluntades divinas, en vez de subordinar a las voluntades humanas entre los arquetipos divinos.

Solo concluyo que el mal y Dios son inherentes a la historia humana. Recojo el mensaje del Concilio Vaticano II: Somos del mundo, pero no conformamos parte del mundo a nuestro destino final. El mal existe en cuanto hacemos acciones desagradables a nuestros semejantes , y volvemos al esclavo del mal para no ver el destino provechoso. Entonces, lo que prima no es la persona, sino el mal que habita en el ser del hombre. Pero no pasa así con el Bien (el bien es Dios), porque siempre se triunfa sobre el mal. 


Somos seres humanos que hacemos preguntas a lo que nos desborda lo tangible para saber nuestra procedencia natural. En realidad aunque seamos naturales-mortales, somos más que eso. Somos hombre/mujeres misteriosos que no agotamos la realidad. Y por ende, el hombre no solamente habría que ser preguntas, hombres de preguntas, sino a reconocerse desde lo natural la trascendencia de Dios. Porque la existencia no procede del hombre, sino aunque no lo admitamos por aquel ser superior más capaz, por un ser misterioso al que llamamos Dios.

 humanismo de la razón

Con esta inscripción no estoy diciendo la desconfianza total que debe haber por lo moral, ni pretendo ser defensor de las cosas provisionales, las más virtuosas que fuesen. Solo hay que tener fe en ellos porque se ven tal cual son, la esencia de las cosas. Una cosa es lo que es, lo que llama Heidegger, el ser de las cosas “es”.  Las cosas existen porque son entes tangibles.

 Aunque podemos distinguir según pensamiento filosófico el ser temporal (una cosa externa) y el ser que permanece, la que da vida, que no es lo mismo ser cosa de sí sino por sí misma, que supone existir sin ninguna categoría  contingente (una idea necesaria en sí misma). No hay duda que pueda categorías existentes por sí mismas sin necesidades particulares. 

Algunos dicen que provienen de Dios, -otros ni lo opinan pero dejan después a las investigaciones científicas, un conocimiento sin definición exacta. El resultado sería que, el hombre produce e intuye esas categorías por la sola fuerza de la razón, la razón pura que adjudica las categorías trascendentales para sí mismas, de la cual, da existencia las ideas de las cosas, sin percibir con ningún apoyo divino. Una categoría razonable independiente del ser divino.

Ejemplos de aquellas categorías necesarias o universales sin necesidades tangibles: Son la idea del bien, la belleza, las ideas de las cosas reales, la bondad, la justicia, la naturaleza…tan solamente por estas categorías universales el hombre reconoce su humanidad; es capaz de vivir sin Dios. Gracias a las percepciones de los sentidos al mundo concreto humaniza la razón pensante. “Humano, demasiado humano”, lo llama Nietzsche.

Hay que tener fe en una escuela de coraje, ocasional abandono a Dios que no merezca la pena, como enemigo y acusador de Dios. Estamos solos ante un mundo hostil. No pensemos en el abandono, estamos felicites y contentos por la razón que se tiene. Es nuestra felicidad. Guiados por la razón natural podemos llegar a la felicidad, de hecho lo vivimos, y no esperamos a Dios lo necesario del memento; Dios nunca nos habla, solo está desconocido para sí mismo y ausente para los demás.

Cuantas veces si queremos salvaguardarnos acudimos a Dios, fijamos aliviarnos por un tiempo en las veneraciones a los Santos, hay que enemistar de una vez. Hemos falseado o inventado todas estas cosas que no nos dejan ser libres ni priorizar las felicidades del mundo. Cuando eres cristiano las cosas se vuelcan todos hacia Dios, el horizonte –el objetivo es Dios. ¡Mentira! La razón es la que importa ayer, hoy y del futuro porvenir; el libre pensamiento sin dependencia, la voluntad de coraje, la conciencia tranquila son equivalentes a la analogía de la razón natural.

Juicio final.

El juicio tiene que ver después de la vida con el encuentro con Dios. "Habrá  un juicio sin misericordia para quien no practicó la misericordia" -Sat 2,13. Son palabra de Dios que nos llama la atención, o nos asusta por los mensajes fuertes que lo contiene. La misericordia es buscar el bien del otro antes que el  nuestro. Mientras que en juicio final se manifiesta las obras hechas a Dios para la salvación. 

Decir que no existe el juicio final es innegable, porque aunque no creyésemos hay multiplicidades de creyentes sean católicos o no afirmando la  intervención de Dios al hombre. La razón es simple: el hombre no puede contener su propio juicio y, además, le interpela, le agobia, y por ende, busca el rol caritativo para no verse ajuiciado por Dios. 

Hay dos tipos de juicios, en realidad uno habría sido, pero por perversión humana el segundo juicio nace de las manos del propio hombre. Hablamos de  la muerte y la salvación de Dios a los hombre.

La muerte nos asusta. En realidad, nos imposibilita las posibilidades de supervivencia. Nos quita la vida y, por ello, nos vemos exigidos a no hablar ni pensar de la muerte. Pero es una realidad aceptable, porque la experiencia nos dice que todos mueren, todos son mortales, nadie ha nacido a vivir eternamente, ni existir privado de la muerte. Somos expuestos a la muerte.

Sin embargo, morirse implica estar salvado por Dios, o privarse  de salvación por nosotros mismos sin apelación  a Dios. La privación equivale condenación del hombre. Digo condenado, porque Dios no condena, el hombre es el que vive condenando o incluso condenándose a sí mismo con los hechos del momento. Por lo tanto, estar muerto es no ver a Dios por el pecado cometido. Lo que hace el pecado, es alejar al hombre del amor de Dios, privando la  salvación divina. Los pecados son contrarios a la salvación divina. Enumerar pecados son varios: la infidelidad cometida en matrimonios, las fornicaciones escaladas, el aborto involuntario para asesinar al inocente, la eutanasia aplicada a no comprometerse, entre otros  que no mencionamos....Todos estos pecados son dimensiones de juicios de cara a Dios. Por las obras caritativas se salva para gozar la felicidad eterna de Dios, y comunión de amor con los santos del  cielo.

La salvación es todo lo contrario, es la misericordia de Dios. Descripción de salvación como no ausencia del amor divino, la eterna felicidad infinita de Dios a las almas humanas recompuestas en la imagen divina. Estamos salvos no por el cuerpo mortal, sino del alma incorruptible junto a Dios. Porque el cuerpo por muy robusto que sea, se deshace, desvanece; se vuelve al polvo al que un día Dios lo soplo. Entonces, pensar en la existencia no consiste en vivirla como dueños del juicio particular, sino arraigarnos a aquel que tiene juicio universal: Dios salvador del  hombre pecador.

Somos hombres de vida y de la muerte, del  bien y del mal devenido, del porvenir del juicio condenatorio o salvación de Dios sobre las acciones misericordiosas. Las acciones pecaminosas privan la trascendencia de la salvación, mientras que el bien, goza la salvación divina. En fin, no juzgo a nadie, el hombre es responsable de su juicio: Salvarse o perecerse eternamente en la inagotable aullidos de ruidos inhumanos. Unos perecimientos infernales sin la presencia de la luz.

En la muerte el hombre está en la lejanía de Dios. Una sombra oscura empapa la realidad del hombre. El infierno es la muerte; el cielo es el paraíso.

Estando en la penuria de la muerte cada uno defiendo lo suyo, nada son gratis las cosas del infierno. Por una cosa valiosa que pueda haber todos pelean por aquella cosa. Nada es compasivo ni misericordioso con nadie. No existe la igualdad, todo se vuelven enemigos contra todos, porque no hay unas reglas absolutas del Bien, solo la presencia de la ley del Yo hace existir en la sobra del infierno. Lo que prima en el infierno son las venganzas, guerras, odio, división.

Hay un dicho que dice: Tu me hieres uno, yo te doy dos heridas; esa es la norma general del infierno. Defender lo propio, seguir siendo violento, es una forma de seguir existiendo en las penurias infernales. No hay bienestar, solo basta agresiones con agresiones. Esta es la realidad del infierno: Defender lo propio sin paz estando en la ausencia de Dios.

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viernes, 23 de octubre de 2015

El anuncio del evangelio

ESQUEMA DEL LIBRO
Título: Primer anuncio del Evangelio.
Este trabajo será apoyado del autor Joseph Gevaert, que analiza cuidadosamente el anuncio de Jesucristo en el nuevo milenio que el hombre contemporáneo vive la religiosidad popular dentro de la sociedad concreta   

1.     Problemas generales del primer anuncio del evangelio.
1.1.                     La Iglesia anunciadora del Evangelio.
1.2.                     Quienes son los destinatarios
1.3.                     La evangelización no es de los creyentes
2.     La presencia y el testimonio cristiano y lugares del encuentro que crear.
2.1.                     Presenciar en medio de los no cristianos
2.1.1. En medio de los diversos grupos 
2.1.2. Participación en la vida de la gente
2.2.                     Testimonio de la vida cristiana
2.2.1. El testimonio como la primera evangelización
2.3.                    Crear lugares del encuentro
2.3.1. Buscar lugares abiertos
2.4.                     Aprender la fe
2.4.1. Ofrecer una educación que aporte desarrollo
3.     La fe en el Dios vivo, que ama al hombre, y se da a conocer.
3.1.                     Predicar en el mundo pagano
3.2.                     Las críticas de los ídolos
3.3.                    La búsqueda de Dios
4.     Encontrarse con el evangelio de Jesucristo.
4.1.                     El anuncio del Kerigma
5.     El camino que hay que recorrer para alcanzar el objetivo.
5.1.                     Buscar aseveradamente la religión actual


EL PRIMER ANUNCIO
Proponer el Evangelio a quien no conoce a Cristo.

Este libro está dirigido especialmente a los misioneros cristianos católicos, religiosos (@s) y laicos comprometidos con la Iglesia, la tarea encomendada de Jesucristo a la Iglesia de llevar el anuncio del Evangelio “dirigido a quien no conoce a Cristo”.

Actualmente, en el mundo occidental, los cristianos convencidos son unas pocas en medio de un gran número de no cristianos. Se encuentra a muchos bautizados que saben poco de Jesús o del Evangelio o que, en cualquier caso, no han hecho personalmente la opción de ser cristianos.

En estos últimos decenios algunos cristianos han dedicado preferentemente a la catequesis dirigida a los que ya son cristianos. Se han desarrollado en este caso una gran especialización metodológica en este campo.

En todos los países europeos se ha introducido “tímidamente” el catecumenado para quienes, a través de un camino personal, han llegado a una actitud inicial de fe cristiana y piden el bautismo. Pero el problema está en que estos países, hay bastante desprovistos y poco preparados frente a la tarea prioritaria de anunciar el Evangelio a quienes no son cristianos. Y también está en la situación, poco preparados en relación con los bautizados que no conocen a Jesucristo.

El Ritual de la iniciación cristiana de adultos, así como otros muchos libros afirman que el primer anuncio del Evangelio es importante. Pero después se limitan a caracterizar como <<precatecumenado>> este conjunto de complejos y difíciles procesos que pueden conducir a la fe en Jesucristo.

En este caso, a decir la verdad de Jesucristo, para las comunidades cristianas en estos países no se refiere a las modalidades de la inculturación ni el dialogo con las otras religiones. No es el tema de diálogo interreligioso y la inculturación de las distintas realidades concretas. El problema está en lo que se va a decir en estas comunidades, lo que se ha de proponer el hombre de hoy. 
El autor propone que el gran problema está en tener conocimientos e ideas claras en relación con la propuesta evangélica.  Si ya no tenemos nada que proponer, entonces también las teorías sobre l inculturación y sobre el diálogo interreligioso carecen de relevancia.

Presentado de manera general el primer anuncio del Evangelio, sus problemas, se verá a continuación los temas más relevantes de este autor, Joseph Gevaert: Sus finalidades, destinatarios, contenidos y modos de presencia del anuncio evangélico.  

Problemas generales del primer anuncio del Evangelio: El objetivo principal es situar mejor la problemática del primer anuncio del Evangelio en el conjunto del quehacer de la Iglesia.

Comunidades cristianas en un contexto misionero: El proceso que había empezado antes “el paisaje de la misiones” en las comunidades cristianas ahora se ha cambiado radicalmente en nuestros días.
Primero, en las comunidades cristianas ya no hay divisiones ni existe categorías discriminatorias.

Los países en este caso que enviaban sus misioneros a otros países lejanos han quedado reducido a proporciones muy modestas.  Pero hay, en otros países, las jóvenes Iglesias cristianas (de África, de América, de Asia) que siguen practicando el envío de sus misiones a otros países más pobres. E incluso del propio continente.

Lo segundo, es que, ha desaparecido la distinción, y ahora se viven en un contexto cristiano (nos referimos los cristianos) y otras que viven en contexto misionero (en tierras de misión).

Pero, a pesar de las misiones, en un contexto europeo “el cristianismo vivo y vital es minoritario”. Ello significa que, las comunidades cristianas están inmersas en un mundo de pluralismo ideológico y religioso. Podemos poner algunos ejemplos, de diferencia hacia el cristianismo, de secularización, nuevas religiones, neopaganismo…
El hecho evidente es que las comunidades cristianas viven con personas, con unos grupos de categorías que no conocen a Cristo y el Evangelio.

Esta situación lo podemos denominar en el leguaje cristiano <<situación misionera>>. Es decir, la Iglesia tiene tarea de evangelizar el mandato fundamental que recibió de Cristo. Anunciar a los ojos de fe a estas personas que han perdido el sentido de sus vidas, para que se conviertan escuchando el Evangelio.

En tercer lugar, los países cristianos jóvenes se ven obstaculizadas por la insuficiente transmisión de la fe en el ámbito familiar. Así las costumbres, ritos y sentimiento religioso pagano se mantienen vivamente en la socialización primitiva.
En muchas familias, la socialización precaria como ayuda, se ve afectada en un mundo de “vaga religiosidad neopagana y supersticiosa”. No hay un compromiso hacia una práctica religiosa comprometida.

Frente a esta realidad el anuncio del Evangelio esta “despojado del consabido contorno exótico de países lejanos”. Hoy ninguna comunidad cristiana puede ignorar el hecho de que en el mismo barrio, pueblo o en la ciudad viven personas que no conocen a Cristo. Las grandes ciudades y el mundo de los jóvenes, en particular, se han convertido en tierra de misión.

El contexto misionero se ve que no viene determinado sobre las bases geográficas (en los países y continentes lejanos), nacionales (en los países no cristianos), históricos (las fundaciones de las comunidades cristianas en los países nacionales y extranjeros), y jurídicos (territorios que dependen directamente de las Congregaciones para la evangelización de los pueblos), sino por el hecho de que hay extensos grupos y numerosas personas que no conocen a Cristo y su Evangelio.

Frente a este hecho importante algunas congregaciones misioneras siguen siendo hoy tan significativos como antes. Tienen un gran tesoro de experiencia y de especialización en este tipo de trabajo misionero entre pueblos y culturas muy diversas. “Se trata de una cuestión muy importante para vivir como comunidades cristianas”.

La primera evangelización se tiene que partir primero de la Iglesia. A esta misión recibida de nuestro Señor Jesucristo, que está suscrita en el Nuevo Testamento, y de modo especial, muy clara en el Vaticano II, sobre la actividad misionera de la Iglesia. Cito:
“Enviada por Dios a las gentes para ser sacramento universal de la salvación…por la obediencia del mandato recibido del Señor, se esfuerza en anunciar el Evangelio a todos los hombres (Ad  gentes n° 01)”

En este anuncio se trata de llevar Evangelio a quienes no conocen a Jesucristo, en la esperanza de que puedan llegar a ser discípulos de Cristo.

Los Obispos preocupados por esta tarea misional abren el Concilio Vaticano II, no para formular las definiciones teológicas de la tarea primaria de la Iglesia. La propuesta era mucho mayor que eso, urgente y practico.
“Se quería llamar a todos los cristianos a no olvidar esta tarea prioritaria de llevar el Evangelio de Jesucristo a los hombres de nuestro tiempo, no solo a los pueblos lejanos sino también a las personas y las diferentes clases de personas que viven junto a nosotros y no conocen a Jesucristo” Pág. 16.

Y también, en este Concilio se debatió que la Iglesia no puede limitarse a dar catequesis a los niños bautizados de las familias cristianas, marcados ya la experiencia cristiana.

Asimismo, la Constitución dogmática sobre la Iglesia evoca esta misión fundamental de la Iglesia en LG n° 17:
El mandato de Cristo de anunciar la verdad salvadora los recibió la Iglesia de los apóstoles con el encargo de realizar hasta los confines de la tierra (Hch 1, 8). Por eso, hace la suya las palabras del apóstol Pablo: ¡Ay de mí si no evangelizo!

Y en el mismo Concilio la tarea de los obispos. Una afirmación muy significativa es la primera tarea de anunciar el Evangelio a los no cristianos. “Porque los obispos son los pregoneros de la fe que ganan nuevos discípulos para Cristo” (LG n° 25). Hacer a la gente nuevos discípulos de Cristo.

En realidad, la preocupación de anunciar el Evangelio no debería ser un estado excepcional pasajero de la Iglesia para salir al paso de dificultades particulares. Siempre y en todas partes la Iglesia tiene que ser misión. Su vocación es continuar la misión de Cristo predicando la venida del Reino de Dios, la conversión al único Dios verdadero y la fe en Jesucristo.

De modo muy general, puede afirmarse que “la primera evangelización” designa en pocas palabras, “el proceso de transmitir la Buena Noticia de Jesucristo a personas y regiones a las que hasta ahora no ha llegado el Evangelio” (Pág. 19). Predicación que la llama a la fe en el Dios vivo y en el Señor Jesucristo.

Una evangelización que llama al testimonio de los cristianos. La exhortación apostólica de Pablo VI Evangelii nuntiandi (1975) llama a la Iglesia ser el testimonio de los no creyentes. Evangelizar la gente desde el testimonio. “La Buena Nueva proclamada por el testimonio de la vida deberá ser, pues, tarde o temprano, proclamada por la palabra de vida” (EN n° 22). La línea del testimonio que la presencia visible y palpable de los cristianos en medio de los no cristianos.

Al anuncio explícito del Evangelio, también lo expresa el documento conciliar Ad gentes con toda claridad: “el medio principal de esta implantación es la predicación del Evangelio de Cristo, para cuyo anuncio envió el Señor a sus discípulos a todo el mundo, a fin de que los hombres, renacidos por la palabra de Dios, ingresen por el bautismo en la Iglesia”. Lo podemos ver en 1P 1, 23, y Ag n° 06.

¿Cuál es la finalidad del primer anuncio de Evangelio? ¿Qué se pretende conseguir con la primera propuesta del Evangelio?

Hay muchos textos del Nuevo Testamento que nos presentan al respecto. Está en primer lugar, la conocida palabra de Jesús: “el tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca, conviértanse y crean en el Evangelio” (Mc 1, 15).

La finalidad es que el no cristiano, y toda aquella persona que no conozca personalmente a Jesucristo, pueda encontrar a él, y que tenga la experiencia de vida; y pueda acoger el reino de Dios, entrar en él a través de la fe y la conversión y llegar finalmente al gran destino de la vida eterna.

Pablo, un notable apóstol de Jesucristo, resume toda su misión en una expresión notable en los Hechos. De modo siguiente, “…dando testimonio tanto a judíos como a griegos para que se conviertan a Dios, y creyeran en nuestro Señor Jesucristo” (20, 21).
Asimismo, el cuarto evangelista termina con su conocida afirmación. “Esta es la vida eterna, que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado Jesucristo” (17, 3)

El primer anuncio por tanto, no es solamente dar catequesis al catecumenado, a dar charla a los que van a bautizarse, ya sea en la parroquia o en la Iglesia local. El anuncio del Evangelio trata pues, “de despertar la fe en personas que son capaces de recibirla en su corazón y en su vida”. El objetivo específico, por tanto es, cambiar de vida y creer en Jesucristo, siguiéndolo como Señor, para llegar a la vida eterna con Dios.

¿Quiénes son los destinatarios del primer anuncio?

Si acaparamos del nivel teológico, la afirmación es clara “el Evangelio está destinado a todos los hombres creyentes y no creyentes”. Cristianos practicantes y ateos.
Ahora bien, la Iglesia debe tratar de acercarse también a los ateos y a las personas indiferentes. Es una tarea muy difícil, pues no parece exacto sugerir que ateos e indiferentes son los primeros destinatarios del anuncio evangélico.

En la práctica, los destinatarios son ante todo, quienes de alguna manera ya creen en Dios. Dirigidas a las personas religiosas, a menudo piadosas y devotas (que practican una piedad popular) pero que no viven necesariamente en la presencia de un Dios único, y sobre todo, que no conocen a Jesucristo.

Pero, concretamente, llevar el Evangelio “ante las personas que no siguen el anuncio evangélico”. Ser misionero de Jesucristo en medio de tanta esta realidad, como lo fueron los apóstoles, hacer prodigios, hacer presente los signos de Jesús, abrirse a la llamada evangélica, y reconocerse como el gran enviado de Jesucristo.

Con todo, hoy a los que son bautizados son los primeros destinatarios del anuncio del Evangelio. Va dirigida a los que no están bautizados y viven en el contexto del pluralismo religioso neopagano  a la que Pablo considera “el tiempo de la ignorancia de Dios”, en la que vivían la comunidad de gálatas: “Pero en otro tiempo, cuando no conocían a Dios, servían en realidad a los no son dioses” (4, 8)

A las personas del pluralismo religioso.

También son destinatarios a aquellos que viven “una particular situación religiosa”, son los numerosos no cristianos del mundo occidental-oriental que no están con ningún sacramento, personas no bautizadas y viven en el contexto del pluralismo religioso “neopagano”.

Es difícil en esta condición que los no bautizados experimenten con fuerza su influencia a ser miembros activos de la Iglesia. Una sociedad que constituye a categorías heterogéneas (católicos que viven su fe en medio de los movimientos religiosos). La mayoría de las sociedades cristianas que dejan influir los movimientos en sus comunidades; la situación del “pluralismo religioso pagano o neopagano” es relevante en este tiempo, difícil de vivir la fe cristiana.


Actualmente se habla de evangelizar a todas las personas que viven en las periferias del mundo. Se habla mucho de las grandes religiones culturales que hasta ahora no han sido un “terreno fértil” para la primera evangelización. De las inmensas personas marcadas por las religiones modernas (salidos del siglo XX), movimientos salidos de Estados Unidos. No se sabe si son revelaciones los artículos que reparten, la Biblia que predican, la fe que profesan, entre otras. Esto provoca un terreno pedregoso a los cristianos –a los misioneros de hoy; y no resulta ser un terreno fecundo y abierto a la evangelización.