viernes, 30 de octubre de 2015

El hombre filósofo

EL HOMBRE FILÓSOFO

El ser humano desde que nace es un ser filósofo, un ser pensante del destino. Se sabe que al asomarse por primera vez a esta realidad concreta llora asombrada; pide a su madre que le consuele –expresa una pregunta que la sea consolada, la cual tiene necesariamente una filosofía de su propia existencia. Son unos instintos naturales que lo hace filosofar al mundo desconocido; luego después en las edades futuras posibilitará con las preguntas enigmáticas a la propia existencia. Filosofar siempre es la naturaleza del hombre. Se filosofa lo que nos desborda:

Sobre la existencia real: ¿De dónde viene todo esto del Universo? ¿Cuál es el origen de las cosas? El propósito y hacia donde se dirigen todo eso que vemos con nuestros sentidos? Quién existió primero, Dios o el hombre? Quién creó a quién entre la naturaleza-hombre-Dios? Por qué existo, pienso, siento la belleza de la naturaleza? Por lo que se refiere a la corporeidad, la atracción que hay en dos parejas en sexos diferentes, ¡Hay algo misterio definible en la naturaleza sexual del hombre?..Qué hay detrás de toda esas inquietudes que motivan al hombre?  Son preguntas imprescindibles del hombre, que solo se conoce a si mismo en cuanto se haga más preguntas. No se conocerá el gen de la existencia si no se plantean preguntas trascendentales.

Filosofar sobre las preguntas son cuestiones de la existencia. La existencia misma nos desborda con tantas preguntas intangibles entre los dados de las cosas reales. Por ello, al plantear la pregunta del origen de todo cuanto existe nos interpela a plantear preguntas si el hombre es el autor de la vida, o simplemente nos es dado el existir, o en todo caso, el mundo comenzó a existir con su propia necesidad. 

Dado que las cosas son en cuanto son si existen. La mortalidad de las cosas son contingentes, ahora existen, y en las generaciones futuras ya habrán muerto, dejarán de existir e incluso la existencia humana desvanecerá a la posibilidad de seguir existiendo. Ningún hombre es eterno inmortal del universo. Así como hemos nacido, existente pensante, la existencia nos dice que somos de la muerte. 

Sobre la existencia del más allá: hay vida después de la muerte? Existe Dios que lo llaman Todopoderoso, creador del mundo? Y la vida eterna, los ángeles existen? Las ideas necesarias y universales que se percibe sin ninguna condición tangible son asequibles? La ontología de esas ideas cuál sería lo verdadero? Todas las cosas han existido siempre o simplemente son creaciones humanas, o inherentes a Dios, y por tanto, son revelaciones divinas? El bien, la bondad, la religión, la ética,  son especulaciones humanas? A la felicidad, el fin último o la filosofía necesaria, en tanto que son sostén, calmante, medicamento, entrega, elevación, alejamiento de sí mismo son propios de lo humano?

Sería un hermoso lujo, en el mejor de los casos, la voluntad de reconocerse triunfador de las ideas. En el otro caso, es la miseria quien hace el filósofo pensador enfermo, como lo llama Nietzsche, “son los pensadores enfermos los que más abundan en la historia de la filosofía”.  Pensadores quedados en la ignorancia en pensar  solo en las voluntades divinas, en vez de subordinar a las voluntades humanas entre los arquetipos divinos.

Solo concluyo que el mal y Dios son inherentes a la historia humana. Recojo el mensaje del Concilio Vaticano II: Somos del mundo, pero no conformamos parte del mundo a nuestro destino final. El mal existe en cuanto hacemos acciones desagradables a nuestros semejantes , y volvemos al esclavo del mal para no ver el destino provechoso. Entonces, lo que prima no es la persona, sino el mal que habita en el ser del hombre. Pero no pasa así con el Bien (el bien es Dios), porque siempre se triunfa sobre el mal. 


Somos seres humanos que hacemos preguntas a lo que nos desborda lo tangible para saber nuestra procedencia natural. En realidad aunque seamos naturales-mortales, somos más que eso. Somos hombre/mujeres misteriosos que no agotamos la realidad. Y por ende, el hombre no solamente habría que ser preguntas, hombres de preguntas, sino a reconocerse desde lo natural la trascendencia de Dios. Porque la existencia no procede del hombre, sino aunque no lo admitamos por aquel ser superior más capaz, por un ser misterioso al que llamamos Dios.

 humanismo de la razón

Con esta inscripción no estoy diciendo la desconfianza total que debe haber por lo moral, ni pretendo ser defensor de las cosas provisionales, las más virtuosas que fuesen. Solo hay que tener fe en ellos porque se ven tal cual son, la esencia de las cosas. Una cosa es lo que es, lo que llama Heidegger, el ser de las cosas “es”.  Las cosas existen porque son entes tangibles.

 Aunque podemos distinguir según pensamiento filosófico el ser temporal (una cosa externa) y el ser que permanece, la que da vida, que no es lo mismo ser cosa de sí sino por sí misma, que supone existir sin ninguna categoría  contingente (una idea necesaria en sí misma). No hay duda que pueda categorías existentes por sí mismas sin necesidades particulares. 

Algunos dicen que provienen de Dios, -otros ni lo opinan pero dejan después a las investigaciones científicas, un conocimiento sin definición exacta. El resultado sería que, el hombre produce e intuye esas categorías por la sola fuerza de la razón, la razón pura que adjudica las categorías trascendentales para sí mismas, de la cual, da existencia las ideas de las cosas, sin percibir con ningún apoyo divino. Una categoría razonable independiente del ser divino.

Ejemplos de aquellas categorías necesarias o universales sin necesidades tangibles: Son la idea del bien, la belleza, las ideas de las cosas reales, la bondad, la justicia, la naturaleza…tan solamente por estas categorías universales el hombre reconoce su humanidad; es capaz de vivir sin Dios. Gracias a las percepciones de los sentidos al mundo concreto humaniza la razón pensante. “Humano, demasiado humano”, lo llama Nietzsche.

Hay que tener fe en una escuela de coraje, ocasional abandono a Dios que no merezca la pena, como enemigo y acusador de Dios. Estamos solos ante un mundo hostil. No pensemos en el abandono, estamos felicites y contentos por la razón que se tiene. Es nuestra felicidad. Guiados por la razón natural podemos llegar a la felicidad, de hecho lo vivimos, y no esperamos a Dios lo necesario del memento; Dios nunca nos habla, solo está desconocido para sí mismo y ausente para los demás.

Cuantas veces si queremos salvaguardarnos acudimos a Dios, fijamos aliviarnos por un tiempo en las veneraciones a los Santos, hay que enemistar de una vez. Hemos falseado o inventado todas estas cosas que no nos dejan ser libres ni priorizar las felicidades del mundo. Cuando eres cristiano las cosas se vuelcan todos hacia Dios, el horizonte –el objetivo es Dios. ¡Mentira! La razón es la que importa ayer, hoy y del futuro porvenir; el libre pensamiento sin dependencia, la voluntad de coraje, la conciencia tranquila son equivalentes a la analogía de la razón natural.

Juicio final.

El juicio tiene que ver después de la vida con el encuentro con Dios. "Habrá  un juicio sin misericordia para quien no practicó la misericordia" -Sat 2,13. Son palabra de Dios que nos llama la atención, o nos asusta por los mensajes fuertes que lo contiene. La misericordia es buscar el bien del otro antes que el  nuestro. Mientras que en juicio final se manifiesta las obras hechas a Dios para la salvación. 

Decir que no existe el juicio final es innegable, porque aunque no creyésemos hay multiplicidades de creyentes sean católicos o no afirmando la  intervención de Dios al hombre. La razón es simple: el hombre no puede contener su propio juicio y, además, le interpela, le agobia, y por ende, busca el rol caritativo para no verse ajuiciado por Dios. 

Hay dos tipos de juicios, en realidad uno habría sido, pero por perversión humana el segundo juicio nace de las manos del propio hombre. Hablamos de  la muerte y la salvación de Dios a los hombre.

La muerte nos asusta. En realidad, nos imposibilita las posibilidades de supervivencia. Nos quita la vida y, por ello, nos vemos exigidos a no hablar ni pensar de la muerte. Pero es una realidad aceptable, porque la experiencia nos dice que todos mueren, todos son mortales, nadie ha nacido a vivir eternamente, ni existir privado de la muerte. Somos expuestos a la muerte.

Sin embargo, morirse implica estar salvado por Dios, o privarse  de salvación por nosotros mismos sin apelación  a Dios. La privación equivale condenación del hombre. Digo condenado, porque Dios no condena, el hombre es el que vive condenando o incluso condenándose a sí mismo con los hechos del momento. Por lo tanto, estar muerto es no ver a Dios por el pecado cometido. Lo que hace el pecado, es alejar al hombre del amor de Dios, privando la  salvación divina. Los pecados son contrarios a la salvación divina. Enumerar pecados son varios: la infidelidad cometida en matrimonios, las fornicaciones escaladas, el aborto involuntario para asesinar al inocente, la eutanasia aplicada a no comprometerse, entre otros  que no mencionamos....Todos estos pecados son dimensiones de juicios de cara a Dios. Por las obras caritativas se salva para gozar la felicidad eterna de Dios, y comunión de amor con los santos del  cielo.

La salvación es todo lo contrario, es la misericordia de Dios. Descripción de salvación como no ausencia del amor divino, la eterna felicidad infinita de Dios a las almas humanas recompuestas en la imagen divina. Estamos salvos no por el cuerpo mortal, sino del alma incorruptible junto a Dios. Porque el cuerpo por muy robusto que sea, se deshace, desvanece; se vuelve al polvo al que un día Dios lo soplo. Entonces, pensar en la existencia no consiste en vivirla como dueños del juicio particular, sino arraigarnos a aquel que tiene juicio universal: Dios salvador del  hombre pecador.

Somos hombres de vida y de la muerte, del  bien y del mal devenido, del porvenir del juicio condenatorio o salvación de Dios sobre las acciones misericordiosas. Las acciones pecaminosas privan la trascendencia de la salvación, mientras que el bien, goza la salvación divina. En fin, no juzgo a nadie, el hombre es responsable de su juicio: Salvarse o perecerse eternamente en la inagotable aullidos de ruidos inhumanos. Unos perecimientos infernales sin la presencia de la luz.

En la muerte el hombre está en la lejanía de Dios. Una sombra oscura empapa la realidad del hombre. El infierno es la muerte; el cielo es el paraíso.

Estando en la penuria de la muerte cada uno defiendo lo suyo, nada son gratis las cosas del infierno. Por una cosa valiosa que pueda haber todos pelean por aquella cosa. Nada es compasivo ni misericordioso con nadie. No existe la igualdad, todo se vuelven enemigos contra todos, porque no hay unas reglas absolutas del Bien, solo la presencia de la ley del Yo hace existir en la sobra del infierno. Lo que prima en el infierno son las venganzas, guerras, odio, división.

Hay un dicho que dice: Tu me hieres uno, yo te doy dos heridas; esa es la norma general del infierno. Defender lo propio, seguir siendo violento, es una forma de seguir existiendo en las penurias infernales. No hay bienestar, solo basta agresiones con agresiones. Esta es la realidad del infierno: Defender lo propio sin paz estando en la ausencia de Dios.

.





No hay comentarios:

Publicar un comentario